Crónicas del Juicio a Los Cinco contada por René: Noviembre 2000



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Hoy 27 de noviembre se cumplen 14 años del comienzo del juicio. Como se informó previamente, se irá haciendo la crónica de lo que sucedió en aquellos meses. Simultáneamente se irán situando en el blog las transcripciones oficiales de la corte.

Todo comenzó el 12 de septiembre de 1998, cuando en la madrugada de aquel sábado fuimos detenidos por el FBI diez personas. Tras el asalto que constituye un arresto USA y los interrogatorios en el cuartel del cuerpo en Miami, fuimos llevaros al FDC  (Centro Federal de Detención) de Miami y puestos en confinamiento solitario en el piso 13, que a la sazón estaba vacío.

El circo dio inicio el próximo lunes, cuando sin habernos podido siquiera asear o pasarnos un peine por el cabello nos bajaron directamente de las celdas a la corte con los ya conocidos overoles anaranjados que se usan en muchas prisiones norteamericanas. La voz se había corrido en la ciudad y el espectáculo ofrecía una multitud entre curiosa y delirante. Era la primera vez que “espías castristas” eran exhibidos como trofeo ante el público miamense. La tónica de revancha y desquite que aquella escena representaba determinaría el espíritu de la actuación de la fiscalía y el funcionamiento de las ruedas de la justicia federal desde entonces hasta nuestros días.

Desde los primeros días se evidenció que de los diez detenidos sólo cinco habíamos decidido enfrentar la presión y el chantaje de los fiscales. El resto se decantó aceptando cooperar con la fiscalía a cambio de sentencias drásticamente benignas. Así comenzó para nosotros el tortuoso camino de enfrentar un aparato legal que de antemano estaba afinado para que se nos encontrara culpables.  Poco a poco se fue acumulando la copiosa documentación que en estos casos enmascara la esencia del funcionamiento del sistema.

Aunque el acta de acusación constaba de 26 cargos, en concreto los Cinco enfrentábamos tres cargos sustantivos: Tres cargos de conspiración para cometer espionaje pesaban sobre Manuel Viramontes, Luis Medina y Antonio Guerrero. Sobre los Cinco –incluyendo ahora a Rubén Campa y a René González-  pesaba un cargo per cápita de actuar como agente extranjero no registrado ante el procurador general. También sobre los Cinco otro cargo algo raro por cabeza: Conspirar para lo mismo de lo que habíamos sido acusados en el segundo cargo. En otras palabras, ya por un mismo delito teníamos dos cargos:  Un cargo por cometer el delito y  otro cargo  por conspirar para cometerlo.

El día 29 de septiembre, al regresar de una audiencia de fianza, el elevador se detuvo en el piso 12 del FDC. Se oficializaba así nuestra permanencia definitiva en celdas de castigo, o lo que se conoce como Special Housing Unit (SHU) o el Hueco. A partir de ahí el trato a los Cinco tuvo un carácter especial que se prolongaría por 17 meses.

  Entre tanto, el engranaje legal comenzaba a girar en sentido contrario a la suerte de los acusados. Mientras éramos confinados en el hueco otro hueco, a muy buena distancia, se habilitaba para ingresar en él la evidencia. Todo ello aplicando indiscriminadamente el cuño de “SECRETO” a cuanto documento había sido hallado en nuestra posesión. La movida nos permitiría sólo el acceso a una pequeña porción de los documentos que supuestamente incriminaban a los acusados.

El 7 de mayo de 1999 aparece una segunda acta acusatoria enmendada, en la que se acusa a Manuel Viramontez -ahora bajo su nombre real de Gerardo Hernández- de conspiración para cometer asesinato en relación al derribo, el 24 de febrero de 1996, de dos aviones de la organización Hermanos al Rescate, con el resultado de cuatro personas muertas. Sin que haya aparecido evidencia nueva, o algún testimonio, la fiscalía ha sumado este cargo tras una campaña de prensa dirigida a exigir el encausamiento de Fidel Castro a propósito del derribo, y tras repetidas reuniones tanto con políticos cubanoamericanos como con familiares de los pilotos muertos. Se sella así la politización irreversible del juicio, que ahora girará sobre la acusación de conspiración para asesinar y enreda el caso en la madeja de resentimientos y deseos de revancha contra Fidel de los grupos contrarrevolucionarios de Miami.

En agosto de 1999 comienza la puja cuesta arriba de la defensa por lograr que el juicio se celebre fuera del ambiente viciado de Miami. El abogado William Norris, representando a Luis Medina, pide fondos para realizar una encuesta sobre las opiniones predominantes en la ciudad relativas al juicio de los Cinco. Varias mociones solicitando el cambio de sede se suceden. El precedente en que descansan es el caso Pamplin vs Mason, que justifica relocalizar la venia del juicio si los prejuicios de la comunidad son tan fuertes que impiden un juicio justo a los acusados. La fiscalía aduce que la ciudad de Miami es muy grande y heterogénea y que los prejuicios de la comunidad cubana no tienen suficiente impacto como para determinar que el juicio no sea justo.

No pasará mucho tiempo antes de que en otro caso, en que el gobierno hacía de defendido, los fiscales den un giro de 180 grados y apelen a Pamplin vs Mason para aducir que el sentimiento anticubano en Miami no les permitiría un juicio justo. En ambos casos los jueces darán la razón al gobierno: En el nuestro para negarnos el cambio de sede. En el otro -Ramírez vs Ashcroft- para acceder a la petición de la fiscalía y mover el juicio hacia Tampa.

Entretanto, los Cinco luchamos porque se nos saque de las condiciones de castigo con que se ha impedido que nos preparemos para una adecuada defensa. Tras una primera audiencia ante un magistrado, en que se nos niega la solicitud, comenzamos un proceso administrativo en la propia prisión. Nuestros formularios “se pierden” uno tras otro. El personal se ríe abiertamente de nuestras solicitudes. 

Con paciencia, vamos registrando cada petición que “se perdió”, cada solicitud de cuidado médico ignorada, cada visita de mis hijas “que no se pudo dar” o cada formulario sin respuesta. Con la lista en mano regresamos a la corte. El magistrado aconseja a los fiscales: “Este caso de perfil alto. Mejor consideran quitar a los defendidos de las celdas de castigo o la cosa se puede complicar”. Da una semana a las partes para ponerse de acuerdo.

Momentáneamente tenemos una posición de “fuerza” y exigimos que se nos ponga en una misma unidad: “Ustedes llevan año y medio argumentando que nos tienen que mantener en el ala de castigo por nuestra protección” -refutamos- “Ahora nos tienen que poner juntos porque es más seguro para nosotros”. El atrevimiento da frutos. Advertidos por el magistrado del mal efecto de la publicidad los carceleros ceden y en febrero de 2000 nos ubican a los Cinco en la sección 7E. Una pequeña victoria que celebrar.

El asunto del cambio de sede está en el aire hasta que se celebra una audiencia. Nuestros abogados van armados de la encuesta realizada por el profesor Gary Morán, cuyo presupuesto y tamaño de muestra han sido aprobados previamente por la jueza. Llevan también un fajo de artículos de prensa -luego, se descubriría, pagada subrepticiamente por el gobierno- en que se vilifica a los Cinco desde el primer día del arresto. El profesor Morán misteriosamente ausente. Los fiscales van con las manos vacías, pero no necesitan llenarlas para respaldar sus argumentos:

“El tamaño de la muestra no es suficiente como para conocer los sentimientos de la comunidad. El profesor Morán siempre llega a las mismas conclusiones. Pamplin vs Mason no califica porque la ciudad es grande y los cubanos son sólo un grupito ahí que no tiene importancia. Los artículos de prensa en que se dice que “los espías fueron entrenados con alucinógenos” o que “atacaron el mismo corazón de la seguridad nacional” son inocuos, sanos, imparciales, balanceados, inmateriales.”

Uno tras otro van cayendo la muestra previamente aprobada por la jueza, el precedente de Pamplin vs Mason, los artículos de periódico con que se ha atiborrado la ciudad por casi dos años, la conocida historia de Miami y los prejuicios sembrados en ella. Caso por caso la jueza va sustituyendo la evidencia presentada por la defensa con los argumentos sin respaldo de la fiscalía. En cuanto al experto Morán luego sabríamos que la jueza retuvo su pago y en represalia este no se presentó a defender su encuesta.

Poco después sabríamos más: El señor Morán y la honorable Joan Lenard habían tenido problemas en un caso previo. La Jueza nunca informó a las partes del conflicto de intereses. Otra flagrante violación de las leyes.

El 27 de julio de 2000, cuando la Jueza negó sumariamente todos los argumentos para mover el juicio fuera de Miami, la suerte de los Cinco quedó echada.

A principios de agosto los fiscales nos proponen declararnos culpables de los cargos a cambio  de unas sentencias absurdas. De todos modos no vamos a aceptar a esas alturas declararnos culpables de alguno de los cargos falsos que construyó la fiscalía. No nos vamos a poner a mentir por ellos en el estrado para que usen nuestras mentiras como pretexto para acusar a Cuba.

La propuesta que me toca viene acompañada de una velada amenaza: Recuerda que tu esposa no es ciudadana y la podemos someter a un proceso de deportación. El domingo 13 de agosto, en mi cumpleaños, le digo en la visita que se prepare para cualquier cosa. El día 16 se presenta inmigración a su casa y es llevada a la cárcel para ser deportada.

Siempre quedan escaramuzas. El 23 de octubre la fiscalía saca la garra de la preocupación por lo que puede revelar la evidencia y pone una moción para que no se hable de ciertas cosillas. Tiene un título raro. Moción para eliminar del juicio ciertos temitas ahí, vaya, que tienen que ver con una “percepción” de Cuba sobre algunas actividades digamos, así por decir como de terrorismo, que se estarían preparando en la Florida. Lo que quiere decir en lenguaje vulgar es que mejor no se toque el tema del terrorismo en el juicio. Que la evidencia sobre terrorismo es inmaterial, sin importancia y no es pertinente. Que el combatir el terrorismo es la motivación de los acusados, pero las motivaciones no se deben de ventilar ante el jurado. La moción es tan absurda que ni la propia Lenard la aprueba. Se le acaba de virar el plato de frijoles del terrorismo a la fiscalía sobre la mesa.

Todo listo para comenzar el juicio y cinco días antes, el 22 de noviembre, se materializa la deportación de mi esposa. El 27 nos presentamos en la sala y se comienza a transcribir el documento oficial que irá apareciendo en este blog. Como cumplimiento de una promesa a mi esposa, escribo las primeras palabras del diario del juicio, del que irán apareciendo algunos fragmentos de entre los que inspiran  esta Crónica de una Parodia Anunciada.

Publicado en Soy un espía, dicen. El Blog de René González Sehwerert


Crónica de una parodia anunciada (1)


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27 de noviembre de 2000.

Primer día del juicio. Comienza la parte visible que sigue a los dos años de actividad “underground” en que el proceso ha avanzado un buen trecho lejos del escrutinio público.

Se discute el calendario. El trabajo será de lunes a viernes entre las 8:30 y la 1:30 pm. Vacaciones entre el 20 de diciembre y el 2 de enero de 2001.

Los fiscales aducen que les tomará un mes la presentación de su caso. La defensa calcula en 15 días su refutación. Todos satisfechos de que el juicio dure hasta finales de febrero antes de que comience la selección del jurado.

El primer grupo de potenciales jurados llega a las 9:45. Todos de pie. La solemnidad hasta el detalle a falta de esencia. Una explicación de lo que harán como jurados por parte de la jueza antes de comenzar el interrogatorio o “voirdire” –decir la verdad- en que se busca encontrar razones que les impidan servir de jurados: Problemas personales, obligaciones, vínculos con alguna de las partes, entre otras razones.

Llama la atención la cantidad de personas que tienen vínculos con Hermanos al Rescate. Otra cosa interesante es que más de la mitad ha sido víctima de delitos. Cada uno responde a un cuestionario personal. Van siendo excusados los que por sus respuestas no se consideran aptos para servir en el panel. A los que quedan se les instruye a no leer noticias del caso, ni comentar con nadie sobre el mismo aunque sea su conyugue o familiar cercano. Algo así como instalarse en la luna, pero en Miami.

Al regreso del almuerzo ya los familiares de los pilotos de Hermanos al Rescate están dando un show frente al edificio de la Corte. La Jueza tiene que pedir a los fiscales que paren el espectáculo de sus ahijados. De paso la prensa –que ha sido vocero de la fiscalía a través de cientos de artículos amarillos contra nosotros- ya está merodeando a los posibles jurados. Un muestrario del grupo examinado en la tarde, tomando un fragmento de mi diario:

“A las 2:50 entra otro grupo de treinta y cuatro potenciales jurados y pasan por el mismo ritual que sufrió el primer grupo. En este grupo hay un número mayor que alega problemas con el calendario, un total de catorce. A la hora de las preguntas generales, hay más reconocimientos  por parte de los jurados: 

.    Dos personas han hecho negocios con Basulto.
.    Una tiene amistad con la familia de Mario de la Peña.
.    Dos tienen amistad con Silvia Iriondo.
.    Una conoce a Ramón Saúl Sánchez.
.    Dos  conocen   al   periodista Hank Tester, que yo he visto en actividades del Movimiento Democracia y que aparece en la lista de posibles testigos. 

Salimos medio muertos de la Corte y entramos al piso alrededor de las 7 de la noche, en medio de los aplausos y peticiones de autógrafos de los presos que habían visto la noticia por la televisión. Y en este momento uno de ellos me acaba de decir que nosotros somos celebridades porque no somos malandros como ellos. Me pidió un autógrafo.”

Me son devueltas dos cartas que había enviado a Olguita antes de que la deportaran, y que no recibió.
28 de noviembre de 2000.

La Jueza comienza recordando a las partes que una decisión suya anterior, a petición de la fiscalía, ordena a las partes que no pueden hacer declaraciones públicas sobre el caso.
Sigue el ritual para discriminar a los que no pueden hacer de jurados en el segundo grupo. Se van diez de una propuesta inicial de 34. Unos por confesar su odio hacia los acusados, otros porque enfrentarían represalias de sus patrones si se les ocurre no declararlos culpables.

El tercer grupo es también de 34 y se aborda en la tarde. Uno de ellos, que luego sabríamos se llama René Silva, comienza a resoplar mientras nos mira amenazante. Dato curioso pero premonitorio: Cinco de ellos han tenido que toparse con las autoridades y no creen en la honestidad de los oficiales de la ley.

Al leerse el nombre de José Basulto René Silva salta agitado y dice conocerlo. Repite al ser nombrado Arnaldo Iglesias, y ya no oculta su rabia mientras sigue mirando hacia nosotros. El abogado Paul McKenna, que representa a Gerardo Hernández, pide a la jueza un conciliábulo de las partes, llamado en la jerga de la corte “side bar”.

Paul explica que el señor Silva puede explotar de un momento a otro, contaminando al grupo. La fiscal –a la que Silva le ha estado resoplando en el pescuezo- se hace la chiva con tontera y dice que no ha notado nada. Se llama al señor al “side bar” y avanza agresivo, mientras un alguacil se ha situado entre él y nosotros: -Míster McKenna, yo sé que usted se está muriendo porque yo estoy en el panel. Lo siento. Estoy por esto muy emocionado desde ya. Estaré feliz de contestar a cualquier pregunta” .

Sin que se le pregunte explica que fue director de la Fundación Nacional Cubano Americana, que ha realizado investigaciones sobre el caso y que tiene opiniones muy fuertes. Se le excusa de servir en el jurado.

El procedimiento termina a las 6 de la tarde y regresamos exhaustos al piso. Los cubanos que “corren” la unidad nos han guardado el pollo de la comida, lo cual agradecemos de corazón por ser este un artículo que les hubiera reportado utilidades, si se hubieran decidido a venderlo.
 http://rene4the5.com/cronica-de-una-parodia-anunciada-2/

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29 de noviembre de 2000.

La sesión comienza a las 8:45 con una discusión acerca de la toma de testimonios en Cuba. La defensa lo ha pedido, pero los fiscales se resisten y la jueza pide a cada parte que remita sus argumentos a la corte. El cuarto grupo de aspirantes a jurados hace su entrada a las 9:30.

En esta ocasión son 29. De ellos:

  • Uno no quiere saber de la policía.
  • Otro fue asaltado por un policía y los demás trataron de encubrirlo.
  • Uno no quiere saber de gobiernos: “El de Estados Unidos porque apoya a los palestinos y el de Cuba porque Castro fue aliado de Sadam Husein en la guerra del Golfo”. Combinación letal de ignorancia con islamofobia.
  • Una conoce a Marlene Alejandre, esposa de uno de los derribados el 24 de febrero de 1996.
  • Otro conoce a José Basulto.
El quinto panel entra en la tarde. Ahora me toca a mí, pues una antigua asociada del Movimiento Democracia es parte del grupo. Muy discretamente pide un “side bar” y explica el conflicto a la Jueza, que la deja ir. Sin terminar el cuestionario individual se cierra la sesión hasta el próximo día.


30 de noviembre de 2000.

Continúa el trabajo a las 9:15 con el grupo de la tarde anterior, del que son excusados 9 que se libran de ser jurados. Sumisión

Terminadas las sesiones de preguntas preliminares se liberan los asientos de la parte opuesta, donde se sentaban los grupos de aspirantes a jurado,  y se produce una escena
algo ridícula: Los fiscales se acercan con genuflexión a los familiares de los pilotos de Hermanos al Rescate y les ofrecen sentarse en la primera fila, junto a los oficiales del gobierno. Paul McKenna hace el mismo gesto a mi hermano y a la mamá de Antonio, pero los fiscales saltan como un resorte a impedirlo. Paul  protesta: Los familiares de ambas partes tienen derecho a un espacio en la sala.

Se produce un impasse algo embarazoso y tras discutirse el tema la jueza separa la primera fila para oficiales del gobierno y público en general. La segunda será para los familiares de los pilotos derribados y en la tercera dos asientos para mi hermano Roberto y Mirta, la mamá de Tony.
Comienza la segunda etapa. Cada jurado entrará solo a la sala para un interrogatorio más personalizado.

Sobra decir que nadie tiene simpatías por Cuba. Dos se declaran neutrales. Un señor da muestras de inteligencia por encima de la media: El juicio es un circo y si no fuera por los cubanos histéricos de Miami hace rato a los acusados los hubieran puesto en un avión de regreso a Cuba. “Ha habido otros casos de espías sin tanto jaleo en los Estados Unidos”.

El señor se libra de ir al jurado y nosotros perdemos la posibilidad de que alguien con cerebro y agallas -combinación milagrosa, descubriremos luego- forme parte del jurado.

Los fiscales se rebelan porque dicen que la jueza está pasando la escoba muy bajito, y conque alguien solo nos odie un poco no significa que se parcializará. Son insaciables y no se conforman con que no haya nadie que simpatice con nosotros. Necesitan llenar el grupo  final con gente que nos pida la cabeza para que tengamos que agotar todos nuestros retos perentorios y aun así no consigamos un sólo jurado con trazas de neutralidad.

La jueza capitula ante  las demandas de la fiscalía. No será tan exigente ante las personas que admitan prejuicios. Se acaba de decretar otra vuelta de tuerca en contra nuestra y con ella la última esperanza de que se haga justicia en el juicio.

Ahora la jueza comienza a admitir a quienes manifiestan prejuicios serios contra nosotros, y los retos perentorios a que tenemos derecho se van evaporando uno a uno. Una muchachita admite abiertamente su origen cubano y sus prejuicios contra los acusados, pero la jueza puja, repregunta, dirige, empuja. Gerardo se inspira con la siguiente caricatura:


Briganti
Al final la chica -Ileana Briganti- es admitida y se nos irá en ella otro reto perentorio.

1 de diciembre de 2000.

Un día bien corto, pues la jueza sólo examina a 24 personas y de ellas ocho ya nos consideran culpables, por lo que son excusados a pesar de los respingos de los fiscales, a los que no basta que la jueza haya subido el pase de escoba. El último panelista del día no tiene relación con Cuba, pero su problema es que trabaja para el condado y allí en su trabajo lo mismo declaran el día de homenaje a Orlando Bosh que se aparece Nasario Sargén para la ponina que financiará la libertad de Cuba.

Así que David Cuevas, en síntesis, teme por su trabajo en el condado si se da un veredicto de no culpables. El problema es que no halla la forma de decirlo. (Va y si lo dice así, en plata, lo pierde antes). El recurso que el pobre hombre encuentra consiste en no entender ninguna pregunta. La jueza se afana porque entienda algo, pero el hombre ni a palos. A veces se queda lelo y parece que entenderá, pero casi siempre esta conducta es el preámbulo para que pida que le repitan la pregunta.

Poco a poco, laboriosamente, se va perfilando cual es el conflicto de Cuevas. Entre un sopor escuchamos a la jueza arrancar la confesión de que teme por su seguridad, pero aun falta que diga el cómo, el donde, el porqué y el cuándo. No basta con que todos lo sepamos en la sala. Tiene que decirlo el mismo Cuevas. La jueza encuentra las preguntas apropiadas:

-¿Usted temería a las consecuencias de un veredicto de culpables?
– No.
– ¿Usted temería a las consecuencias de un veredicto de no culpables?
– Sí.

Y el señor Cuevas abandona  la sala aliviado de no tener que servir en el jurado. Como es viernes nos tomaremos el fin de semana de descanso.

3 de diciembre de 2000.

Domingo. El edificio de la Corte está cerrado, pero las ruedas de la “justicia” están girando en el Ministerio de Propaganda de la Fiscalía.

El Nuevo Herald, en la pluma de Rui Ferreira, da la voz de alarma. “Los cubanoamericanos pudieran quedar fuera del jurado”, alerta a sus lectores. En pocas palabras: Están siendo demasiado honestos al admitir que no pueden ser imparciales. Pónganse las pilas y dejen a un lado los escrúpulos.

El resto del día transcurre en la normalidad, en lo que esperamos a ver qué sucede con el toque a degüello del vocero oficial de la fiscalía en Miami.

http://rene4the5.com/cronica-de-una-parodia-anunciada-2-2/

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4 de diciembre de 2000

Ese lunes llegamos a la corte con la expectativa de si la alerta de El Nuevo Herald modificará la conducta de los potenciales jurados. No nos toma mucho tiempo para descubrir que nuestros peores vaticinios se han cumplido con creces. Anoto en mi diario:

“Se le pudiera llamar el desfile del odio. De las once personas que responden el cuestionario, ocho eran cubanas, cuya principal preocupación parece ser si ahorcarnos o ponernos en la silla eléctrica. Lo más curioso es que, por sus edades y su biografía, ni siquiera pueden recordar el barrio en que vivieron en Cuba, pero se saben al dedillo las lecciones que una y otra vez repite la radio “cubana” de Miami. La más original es una que dice que debían ponernos en una cárcel en Cuba. Por poco saltamos todos en nuestros asientos (¡Sí, sí, por favor señora jueza!). Otro infeliz dice temer por su familia en Cuba si se da un veredicto de culpabilidad. Otra: “All the way with the USA”. Más “American” que un McDonalds y habla de los cubanos como si fueran extraterrestres. En fin, un desastre. Para colmo entre los cuatro no cubanos, un venezolano parece querer tomar en nosotros la revancha contra Chávez, y una señora de Georgia estaba rodeada de cubanos. Por suerte quedan una señora de color que parece bastante justa y un filipino.
Lo peor del caso es que todos los cubanos parecen influidos por los artículos que escribió Rui Ferreira en El Miami Herald, para advertirles: “¡Cubanos, dejen la bobería o se quedan fuera del jurado!” Los aludidos comenzaron a hacer cierta una caricatura que se le ocurrió a Many días antes, y todos, con tremenda tranquilidad, “podían ser imparciales”. O sea que se cumplieron nuestras aprensiones.

Por su parte la jueza parece darles una ayudita. Una que tenía  tres tíos de la brigada 2506 y “podía ser imparcial” no es considerada excluible por causa. Sólo basta que alguien balbucee que sería justo y la exclusión por causa no tiene lugar.

La sesión termina a las 2:00 p.m. con un sabor bastante amargo, pues en sólo unas horas nos vemos sin apenas retos perentorios con qué contar, contra tanta gente que nunca será justa al juzgarnos. Pero nos retiramos a almorzar con la tranquilidad de siempre, en medio de bromas y con los mismos deseos de seguir luchando con que nos habíamos levantado  ese día”.

Gerardo se inspira y nace la siguiente caricatura. Recreación de la que él había creado cuando esta posibilidad era sólo una premonición, a propósito de la insinceridad de algunos de los primeros panelistas:

Algunos panelistas no fueron sinceros. Caricatura: Gerardo Hernández
En la tarde las cosas se arreglan un poco, pasada la resaca del toque a degüello en el Herald. El día termina con un grupo de veinte candidatos aprobados, incluyendo a los que por la mañana habían venido de soga y cuchillo a declararse “imparciales”.

La defensa pide ampliar en tres sus vetos perentorios en razón del aborrecible espectáculo de la mañana. Innecesario decir que la fiscalía se opone. Manteniendo las proporciones que dicta la ley la jueza nos da tres retos perentorios, de antemano quemados, y aumenta los de la fiscalía en dos, que los fiscales nunca necesitarán de todos modos.

Los fiscales introducen entonces un elemento que dará para algún espacio en estas líneas: El racismo.

Hay una negra que ha sido aprobada en el panel, pero ahora la fiscalía aduce que no puede servir de jurado porque ¡Toma pastillas para la migraña dos veces al mes! La Jueza obliga y los fiscales ya comenzarán el proceso de retos perentorios anulando la concesión que nos hiciera la jueza minutos antes. Como si les hiciera falta.

5 de diciembre de 2000.

Comienza la sesión matutina con diez panelistas, de los cuales cinco son aceptados para formar el grupo definitivo del que saldrá el jurado. Ya suman los cuarenta y nueve que se necesitan para que cada parte aplique sus retos perentorios y queden como residuo los doce jurados con los cuatro suplentes.

Pero antes de que vayamos al almuerzo saca otra vez la garra el racismo de la fiscalía: Otra señora negra, Bridgette Hanies, es objeto del encono de los fiscales porque “llegó tarde a la audiencia”. Esta vez la maniobra no prospera y los fiscales tendrán que usar uno de los retos perentorios que de todos modos les sobran para eliminar a la señora Hanies.

La sesión de la tarde se dedicará a la selección definitiva del jurado que nos juzgará. Reproduzco de mi diario:

“Este proceso es interesante y aunque parece que hay varias maneras de hacerlo, sólo conozco la que se aplicó en nuestro caso y que  te describo a continuación.

 La jueza va leyendo, uno a uno, los nombres de quienes quedan en la lista, y cada parte va diciendo si lo acepta o si lo veta, lo cual en el lenguaje oficial es un “reto perentorio” o una “recusación sin causa”. Las partes tienen la primera palabra alternativamente, de manera que si la defensa tiene la prioridad en cada nombre impar, la fiscalía lo tiene en cada par. Las personas que no son vetadas por alguna de las partes son las que quedan en el jurado y el proceso termina cuando se tienen las doce, repitiéndose entonces con los cuatro suplentes, respecto a los cuales cada parte tiene dos vetos perentorios.

Es un ejercicio de táctica y estrategia que sería divertido si no estuviera en juego el “pescuezo” propio. Porque cada parte prepara su lista de vetos; y también la de quienes le parecen peligrosos, para aplicarles el veto que quede a su disposición, en caso de que la otra parte haya ejercido ese derecho sobre algún nombre que, desde ya, hubiera estado en la lista propia, lo cual significa que la parte opuesta le ahorra un veto.

   Se decide que el gobierno ejerza primero con los impares y la defensa con los pares:

   El primer candidato, Gil Page, aceptado por ambas partes.
   El segundo candidato, David Bucker, aceptado por ambas partes.
   El tercer candidato, Steven Gair, vetado por la fiscalía.
   El cuarto candidato, María González, vetado por la defensa.
   El quinto candidato , Diana Barnes, aceptado por ambas partes.
   El sexto candidato, Marco Barahona, eliminado por la fiscalía.
   El séptimo candidato, Joseph Paolercio, eliminado por la fiscalía.
   El octavo candidato, Laverne Greene, eliminado por la fiscalía.
   El noveno candidato, Ileana Briganti, vetado por la defensa.
   El décimo candidato, John Gómez, vetado por la defensa.
   El onceno candidato, Sonia Portalatín, aceptado por ambas partes.
   El duodécimo candidato, Lázaro Barreiro, vetado por la defensa.
   El decimotercer candidato, Belkis Briceño, vetado por la defensa.
   El decimocuarto candidato, Omaira García, aceptado por ambas partes.
   El quinceavo candidato, Michelle Peterson, vetado por la fiscalía.
 El decimosexto candidato, Elthea Peeples, aceptado por ambas partes.
El decimoséptimo candidato, Louise Cromartie, vetado por la fiscalía.

Los abogados de la defensa se dan cuenta de que la fiscalía está  siguiendo un patrón racial, al tratar de eliminar a la mayor cantidad de negros; y McKenna, hablando en nombre de los cinco abogados, pide un aparte para conferenciar con ellos. Al parecer deciden no objetar por el momento, y esperar a ver si el patrón se mantiene.

El decimoctavo candidato, Wilfred Loperena, aceptado por ambas partes.
El decimonoveno candidato, Kenneth McCollum, vetado por la fiscalía.

…Otro negro más, en este caso un oficial de correcciones, de quien, en todo caso, se podía esperar que fuera preocupación de la defensa. McKenna explica a la jueza que la fiscalía está siguiendo un patrón racial, al haber sacado cuatro de seis negros, y pide que la fiscalía dé una explicación no racial de por qué ha excluido a los dos últimos: una señora mayor de credenciales impecables y un oficial de correcciones, también sin un elemento negativo para la fiscalía.

Los fiscales objetan, pero la jueza decide que se escuche la reclamación de McKenna, dando lugar a un conciliábulo bastante prolongado en la mesa de la fiscalía.

Tras mucho deliberar, explican que la señora Cromartie viajó a Cuba en los años 60, que no está de acuerdo con la política de inmigración de Estados Unidos que favorece a los cubanos por sobre otras etnias y que cuando respondió a los cuestionarios de la jueza se cruzó de brazos y no la miró de frente.

Paul responde diciendo que otros jurados con más fuertes objeciones a la política migratoria, como el señor Paolercio, no habían sido objetados por la fiscalía, pero la jueza encuentra que se han expuesto razones racialmente neutrales y excusa a la fiscalía.

Por su parte, la fiscalía explica el veto al señor McCollum diciendo que como era oficial de prisiones tenía relaciones con presos, por lo que no lo quería en el jurado.

Paul aduce que en los días anteriores, cuando un oficial de prisiones, que incluso había tenido contacto con nosotros, explicó esta relación, la fiscalía se había opuesto fuertemente a que se le excusara, lo cual contradecía lo que ahora estaba planteando contra McCollum. De todos modos, la jueza vuelve a excusar a la fiscalía y acepta su explicación como racialmente neutral.

Y sigue la puesta en escena…

El veintavo candidato, Morton Lucoff, vetado por la fiscalía.
El vigésimo primer candidato, Florentina McKain, vetado por la defensa.
El vigésimo segundo candidato, John McGlamery, vetado por la defensa.
El vigésimo tercer candidato,, Richard Campbell, aceptado.
El vigésimo cuarto candidato, Queen Lawyer, vetado por la fiscalía.

Otra persona negra y McKenna no perdona, se para y pide que la fiscalía dé una explicación racialmente neutral para el veto.

La fiscalía encuentra una razón algo más plausible en este caso: la señora tiene un sobrino que fue convicto, y no cree que fue tratado con justicia por el sistema legal. La jueza acepta la explicación y se prosigue:

El vigésimo quinto candidato, Jesse Lawhorn, vetado por la defensa.
El vigésimo sexto candidato, Bárbara Pereira, vetado por la defensa.
El vigésimo séptimo candidato, Angel de la O, vetado por la defensa.
El vigésimo octavo candidato, Lilliam López, vetado por la defensa.
El vigésimo noveno candidato, Juanito Millado, aceptado.
El trigésimo candidato, Migdalia Cento, aceptado.
El trigésimo primer candidato, Miguel Hernández, vetado por la defensa.
El trigésimo segundo candidato, Hugo Arroyo, vetado por el gobierno.
El trigésimo tercer candidato, Leilani Triana, vetado por la defensa.
El trigésimo cuarto candidato, Sergio Herrán, aceptado.
El trigésimo quinto candidato, Rosa Hernández, vetado por la defensa.
El trigésimo sexto candidato -una señora negra- es aceptado por la defensa; los fiscales piden un momento para deliberar, pero se dan cuenta de que se han quedado sin retos perentorios que ejercer: “Aceptamos a Ms. Vernon”. Y la señora Debra Vernon se convierte en el duodécimo miembro del jurado que nos juzgará, el cual es ratificado por las partes y la jueza. Ahora comienza la selección de los cuatro alternos:

El trigésimo séptimo candidato, Haydée Duarte, vetado por la defensa (ésta es la que tenía tres tíos que fueron a Playa Girón, pero aún así se declaraba imparcial).
El trigésimo octavo candidato, Wanda Thomas, vetado por la fiscalía.

McKenna al ataque. Otra persona negra ha sido vetada por la fiscalía y Paul pide que  se explique la razón. La fiscalía dice que la señora tenía los brazos cruzados durante el cuestionario y contestaba con monosílabos a las preguntas de la jueza; añade que nació en Panamá y que el acusado Antonio Guerrero tiene un hijo de mujer panameña. La jueza acepta la explicación de la fiscalía y Wanda Thomas es excluida del jurado por falta de locuacidad y por panameñismo.

Este es un fenómeno curioso y demuestra cómo subyace el racismo en esta sociedad. Todos saben en la sala que las motivaciones de la fiscalía son racistas, pero la jueza tiene que mantener un equilibrio y está en una situación comprometida. No es fácil exponer el juicio a tintes raciales, y aceptar lo que se esconde detrás de los vetos de la fiscalía; por otro lado, privar a cada una de las partes de un derecho como lo es el reto perentorio, llevaría al caos. Aunque sus decisiones en este caso pudieran ser en detrimento nuestro, me parece reconocer que tienen el salomónico motivo de evitar males mayores.

Seguimos eligiendo a los jurados alternos:

El trigésimo noveno candidato, Eugene Yagle, aceptado.
El cuadragésimo candidato, Luis Fernández, vetado por la defensa.

Ahora la fiscalía a la riposta; todos los jurados de origen cubano han sido vetados por la defensa y la fiscalía quiere una explicación sobre la razón del veto a este joven, que apenas ha expresado tener opiniones sobre algo.

Blumenfield devuelve la jugada a la fiscalía y refiere que el muchacho expresó dudas sobre si creería a un testigo que fuera oficial del gobierno cubano o miembro del Partido Comunista. Y añadiendo ironía a la jugada, dice que el joven estaba usando una gorra de pelotero y se sentó jorobado, lo cual indicaba poca atención al caso.

McKenna agrega a su vez que ve un problema de credibilidad, pues, siendo de origen cubano, dice no tener ninguna opinión sobre Cuba, y eso le parece extraño.

La jueza termina aceptando las razones de la defensa.

Todos en la sala saben que, en efecto, los jurados de origen cubano han sido excluidos, porque han expresado abrumadoramente prejuicios en contra nuestra, y porque, además, la nacionalidad cubana desempeña realmente un rol específico en este caso, a diferencia de la raza. La jueza continúa:

   El cuadragésimo primer candidato, Odornia Homuska, vetado por la fiscalía. 
    Otra mujer negra y McKenna en pie una vez más. La fiscalía aduce razones de lenguaje y, de nuevo,  que la  señora es monosilábica. A decir verdad, creo que las razones de lenguaje son válidas. La jueza acepta y la señora Odornia se libra de servir en el jurado.

   Después de haber agotado cada parte sus vetos perentorios en el jurado alterno, los tres candidatos siguientes pasan al panel final. Son Miguel Torroba, Marjorie Hahn y Beverly Holland, quienes se convierten en alternos dos, tres y cuatro respectivamente.

   Es la 1:30 de la tarde cuando ya tenemos un jurado de verdad, como en las películas. La jueza da las gracias a todo el mundo por el esfuerzo realizado en los últimos largos días; menciona a los letrados de ambas partes, al personal de la sala, al taquígrafo y a las traductoras; en fin, a todo el mundo menos a los que más madrugamos, es decir los alguaciles federales y los defendidos, quienes nos marchamos de la sala compartiendo en fraternidad la desgracia común del olvido de la jueza. Aunque estamos exhaustos,  se nos informa que tenemos que esperar en las celdas-perreras hasta que venga la orden de la Corte. Nos dicen que mientras no localicen a las dieciséis personas del jurado no podemos irnos”.

De regreso a la corte nos enteramos de que hay problemas personales en dos de los jurados y se impone un ajuste. La jueza propone vaciar los dos espacios y dar un reto perentorio a cada parte, cosa que la defensa acepta. El problema es que la fiscalía tiene otro negro que linch…perdón, eliminar. Un señor de aspecto realmente respetable nombrado Louis Harrel. Como no hay acuerdo la jueza decide que se entrevistará con los jurados que tienen problemas antes de que comiencen los argumentos iniciales, y luego tomará una decisión.

Crónica de una parodia anunciada (4):
6 de diciembre de 2000. (Pagina 104).

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6 de diciembre de 2000.

Coincidencias que tiene la vida. La selección del jurado comenzó el día del fusilamiento de los estudiantes de medicina. El juicio oral comienza el 6 de diciembre, cumpleaños del niño Elián González.

La sesión comienza a las 8:50 abordando el problema pendiente de los dos jurados. Juanito Millado, el filipino, tiene a su madre gravemente enferma. Se le libera de servir como jurado.

Sigue el señor Eugene Yagle, que recibirá un tratamiento médico el próximo día y estará listo el próximo lunes. Se le pasa de primer alterno a jurado fijo -ausente nuestro entusiasmo, pues su hija es del FBI- y se decide tomar descanso jueves y viernes.

Queda pendiente la obsesión de la fiscalía con el afroamericano Louis Harrel, y el abogado Paul Mc’Kenna ofrece la pipa de la paz a los fiscales: Como sólo fue excluido un jurado y no dos, como se anticipaba, podemos operar con tres alternos en lugar de cuatro. Los fiscales acceden aliviados y el señor Harrel se libra de figurar en esta historia. Se toma juramento al jurado:

Gil Page
David Bucker
Diana Barnes
Sonia Portalatin
Omaira García
Elthea Peeples
Wilfred Loperena
Richard Campbell
Migdalia Cento
Sergio Hernán
Deborah Vernon
Eugene Yagle
Jurados alternos:
Miguel Torroba
Marjorie Hahn
Beverly Holland.

Comienzan los argumentos iniciales a las 9:40 am del día 6 de diciembre de 2000, con el fiscal David Buckner. Escribo en mi diario:

“Mr. Buckner es coherente y maneja bien la comunicación con el jurado. Comienza por referirse a las falsas identidades de Many, Medina y Campa, para luego identificarnos a Guerrero y a mí. Muestra un diagrama de la Red Avispa con todos sus integrantes, y menciona algunas características del trabajo, como la compartimentación. Después habla de los innumerables documentos conseguidos por el FBI -los mismos que han estado manipulando por dos años para impedirnos su buen uso durante el juicio-, señalando que mostraban nuestras intenciones, “escritas por ellos mismos”. Se extiende algo en el tema de las comunicaciones, para luego entrar en el asunto de Guerrero y la Base Naval de Boca Chica, exagerando en todo lo posible las actividades de éste y glorificando al FBI por “evitar a tiempo que pudiera obtener información secreta”. Se refiere a Hermanos al Rescate y a Democracia como al asilo de caridad de la Madre Teresa de Calcuta, para luego señalar nuestras siniestras intenciones hacia ellos, a partir de la infiltración de Roque y un servidor, y lanzarnos al rostro la mentira de que queríamos infiltrar al FBI. Después entra en el tema de los vuelos de Hermanos al Rescate, de quienes, según él, Cuba “¡sospechaba!” que tiraba volantes en la isla. Aquí liga aceite con vinagre para convencer al jurado de que Many había conspirado para derribar los aviones, utilizando la misma maniobra de relacionar actividades inconexas, con la que armaron el cargo contra él. Finalmente se refiere al acta de acusación, y demanda que se nos encuentre culpables de cada uno de los cargos.

No hizo un mal trabajo. Creo que dejó cierta impresión en la sala, escogió cuidadosamente unas pocas falsedades, que supo intercalar con habilidad para recalcar un punto o dejar una impresión determinada, evitando así que luego lo abofetearan por uso excesivo de ficción. Al terminar, a las 10:45, la sala quedó silenciosa, y nos retiramos a un pequeño receso, supongo que con todos los ojos puestos sobre los “macabros espías”.

De regreso a la sala a las 11:10 comienza su argumento Paul McKenna, en representación de Gerardo Hernández. Comienza el abogado:

--“El 24 de febrero de 1996 -el día del derribo-, justo después que el avión de José Basulto y otros dos de Hermanos al Rescate habían despegado del aeropuerto de Opalocka, la torre de control se dirigió a Basulto y le deseó: “Tenga un vuelo seguro”. La respuesta de Basulto fue: “Lo necesitaremos”. La pregunta es por qué un piloto con treinta años de experiencia, una licencia profesional y miles de horas en el cielo, necesitaba suerte en ese día. La respuesta sin duda es: porque no era una misión rutinaria de rescate de balseros. Era un vuelo deliberadamente dirigido a provocar al gobierno de Cuba, para una confrontación.”

Y de esa manera Paul McKenna inaugura el juicio contra José Basulto.

Tras identificar a Gerardo y admitir su misión bajo la dirección del gobierno cubano, Paul ataca la falsa noción sembrada por la fiscalía de que para el momento del derribo Hermanos al Rescate se dedicaba a buscar balseros, describiendo sus violaciones y el estado de tensión en que habían sumido a los gobiernos de Cuba y de los Estados Unidos. Repasa el tema de la actividades de terrorismo contra Cuba que se realizan desde Miami y toca en la disparidad militar entre ambos países y en el absurdo de que Cuba pueda o tenga intenciones de ejecutar algún acto militar contra el vecino del norte.

Abundando en la biografía de Basulto primero como agente de la CIA y luego como terrorista independiente hace una panorámica de la evolución de Hermanos al Rescate, desde sus inicios dedicados a buscar balseros hasta su cambio de propósitos tras la firma de los acuerdos migratorios, que puso fin al éxodo de cubanos en balsas. A continuación se repasan las continuas violaciones del espacio aéreo cubano, toca el tema de las múltiples quejas y avisos del gobierno de la isla y de los repetidos llamados hechos a la organización por las propias autoridades norteamericanas.

El abogado hace referencia a la falta de respuesta de Washington ante las violaciones legales de la hermandad, para abordar luego el ambiente creado por ellos en relación a la reunión de Concilio Cubano en La Habana. Sigue una breve descripción de los acontecimientos vinculados al derribo y termina con un llamado al jurado para que no haga de Gerardo un chivo expiatorio.

Paul habló con sinceridad y aprovechó el poco espacio para hacer una relación bastante completa de los hechos. Dejó claro que este juicio sentaría en el banquillo de los acusados a José Basulto. Inyectó a la sesión un soplo de verdad que no le vino mal; en oposición al salpicado de falsedades de Buckner.

Al mediodía tomó la palabra Bill Norris en representación de Luis Medina. Una vez que se presenta a sí mismo lo hace con su cliente, y a la mención del nombre de Ramón Labañino se arma un zafarrancho en el ala de los fiscales y agentes del FBI.

La intervención del abogado está dirigida primariamente a pedir paciencia al jurado. Exhorta a esperar a que ambas partes presenten sus pruebas para decidir sobre la culpabilidad o no de los acusados.

Norris ataca el mal uso que la fiscalía ha hecho del verbo “espiar”, confundiéndolo con el delito de espionaje, para el que se requiere que exista un interés del acusado por conseguir una información que haya sido previamente clasificada por el gobierno. Se repasan las fuentes accesibles al público de que se han valido los acusados, y se aborda someramente el asunto del terrorismo contra Cuba, recalcando que de la información obtenida por nosotros alguna se ha compartido con el FBI.

Fue una buena intervención. Breve y precisa. Necesaria la aclaración acerca del uso del verbo “espiar” para confundir al jurado en relación a la comisión del delito de “espionaje”.

A las 12:25 interviene Joaquín Méndez a nombre de Rubén Campa. Tras identificar a su representado como Fernando González -provocando nuevamente un revuelo en el ala de los fiscales y agentes del FBI- el abogado se concentra en las actividades de terrorismo contra Cuba organizadas desde Miami, y cuyo monitoreo por nosotros aparece en la evidencia. Ofrece un listado de las organizaciones terroristas bajo nuestra vigilancia -provocando una estampida de Many García, abogado de la Fundación, a la mención de esta- y las vincula a las operaciones específicas en que buscábamos datos sobre sus respectivos planes violentos. Sigue una breve cronología de las bombas en los hoteles cubanos acompañada de algunas fotografías y breves referencias a la evidencia que se expondrá luego para conectar estos eventos con nuestras misiones.

En treinta y cinco minutos Joaquín puso sobre la mesa el tema del terrorismo contra Cuba y nuestros esfuerzos por evitarlo. Fue una exposición muy buena. Sigue Jack Blumenfield, en representación de Antonio Guerrero.

Jack evitó las redundancias y aunque fue incisivo hizo un esfuerzo para presentar la cara humana de Tony. Abordó las características del trabajo de este en la base de Boca Chica para explicar que nunca tuvo responsabilidades que implicaran el contacto con información clasificada, y que tampoco buscó tener esas responsabilidades, utilizando sólo información pública y visual para mantener informada a Cuba de la posibilidad de una agresión al país. Con firmeza llamó por su nombre a las pocas mentiras que el fiscal había dejado caer sobre las actividades de Guerrero. “Tony es un patriota en su país, y en cuanto a nosotros, nunca quiso hacernos daño”. Concluyó para terminar el día, que en mi diario se resume así:

“No siempre es fácil analizar un hecho del que se es protagonista, sobre todo cuando se trata de un enfrentamiento tan fuerte, en el que uno está de un lado y los clásicos “malos” del otro. Creo haber sido lo más objetivo posible en mis observaciones y no peco de parcialidad si digo que nuestros abogados desbordaron a los acusadores…

…Y si digo con júbilo que la balanza se inclinó hacia nuestro favor, no es para disminuir a la otra parte, que creo que hizo un buen trabajo desde su posición, sino porque la solidez de nuestros alegatos se basa en que asumimos de frente la verdad, en que sabemos que no hemos hecho daño a nadie aquí y en lo justa que es la causa que defendemos.

Los cinco salimos de la sala satisfechos, mejor dicho felices, pues se escucharon algunas verdades que nadie hubiera soñado oír en Miami.

Esa noche, cuando hablé por teléfono con [mi hermano]Roberto, me dio una versión arquitectónica: “Hermano, después de lo que se dijo en esa sala, ya me daba lo mismo que el edificio me cayera encima”.

http://rene4the5.com/cronica-de-una-parodia-anunciada-4/#more-382
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